Desentrañando El amo del corral, de Tristan Egolf
4- Conclusión
No sé si tengo libros preferidos. O sea, no sé si tengo esa especie de top five que algunos tienen o no sabría qué responder ante la pregunta mongoloide de "¿qué libros te llevarías a una isla desierta?". Primero porque es poco probable que tenga ganas de ir a una isla desierta para andar acarreando pelotudeces. Segundo, el recuento siempre es injusto porque siempre me olvido de algún libro perdido en el tiempo. O algunos libros preferidos míos son tan pavotes que mejor me los callo para no quedar como un asno embardunado en brea.
De lo que sí estoy seguro es que he leído El amo del corral más de, supongamos, cuatro veces. Digo supongamos porque no llevo la cuenta. Y lo peor de todo es que siempre vuelvo a leerlo, tarde o temprano. Otra cosa que desconozco: ¿por qué la novela me fascina tanto o por qué la vuelvo a leer con el mismo entusiasmo de la primera vez? Si, entiendo, todos nos sentimos John Kaltenbrunner alguna que otra vez. Es imposible, llegado el punto, no sentirse del lado del pobre John y sus avatares. Así como todos nos sentimos Erdosain también, por qué no. Kaltenbrunner tiene tiene esa magia del personaje hipnótico, apabullante, secreto.
Pero también soy consciente que hay algo en la escritura en sí misma que me atrae muchísimo: el consabido uso de la ironía de la que estuvimos hablando, esas frases larguísimas como dichas con cinco kilos de cafiaspirina y con mucha mala leche, semejantes a algunos pasajes de Miedo y Asco en Las Vegas, de Hunter Thompson. La descripción del origen del pueblo de Baker, por ejemplo, que arranca desde los mismos colonos emborrachando a las tribus pawnee en el siglo XVII, es una seguidilla de hechos bochornosos y decadentes que te hacen reír muchísimo pero que te hace entender que estás riéndote para no llorar de la amargura. O la repulsión total que genera la descripción de un matadero de pavos, desde que los bichos anabolizados son colgados de sus patas hasta que salen embalados. O las grescas de los bares, donde los trabajadores van a desahogarse de su jornada y terminan revoleando cualquier cosa, se recontracagan a trompadas y terminan todos hundidos en la mierda por la discusión de cualquier pelotudez. En ciertos pasajes la novela es antropología pura, es trabajo de campo, y es imposible no ver a Egolf viviendo ese tipo de circunstancias.
Me gustan muchísimo los vericuetos absurdos de las actitudes de muchos personajes o la personalidad totalmente ramplona, dañina e injusta de los pueblerinos de Baker. Desde lo personal puedo decir que yo me crié en un pueblito y, si bien hay muchas diferencias con el pueblito atestado de rednecks de la novela, doy fe que el miedo a lo diferente a veces hace que la gente obre de una manera que pueda generar resentimiento. No lo digo por mí, por supuesto, lo digo por mucha gente que se ha quedado en el pueblo donde me crié y que acumula, acumula, acumula. Sencillamente acumula. Hay muchos Kaltenbrunners esperando allá, en la región de la soja, ja.
El amo del corral es un buen libro, a pesar de sus fallas y recursos a veces medio forzados. De a ratos es tan exagerado que ya roza lo inverosímil y eso, dependiendo de mis facultades mentales a la hora de leerlo, me saca del contexto. Pero es extraño, generalmente cuando una novela me saca de sí misma ya la leo con cierta desconfianza. En cambio con ésta no me pasa lo mismo. Doy vuelta la página y ya estoy tan enganchado como antes.
Hay algo extraño con el libro en sí, también. Quiero decir, con el objeto. Lo he prestado, perdido e incluso regalado y el libro siempre ha vuelto a mis manos. Cada vez que leo El amo del corral leo el mismo objeto. Y siempre me hago la idea de que, una vez que dejo de leerlo y lo presto, lo pierdo o lo regalo, el libro viaja por el mundo, vive cuatroscientas aventuras distintas y luego, por obra del destino, lo vuelvo a tener, lo vuelvo a abrir y lo vuelvo a leer.
Éste fue el único libro que pude leer de Egolf. Sé que hay una edición en castellano del segundo pero que está descatalogada y no tengo la menor idea de si alcanzaron a publicar el tercero. Es más, estoy seguro que El amo del corral hoy por hoy también es inconseguible. Dichosos los ojos que puedan llegar a verlo en alguna librería, aquel que lo encuentre recomiendo encarecidamente que lo compre. Créanme, la van a pasar de lujo. Se van a encontrar con un mamut, con una oveja más mala que la mierda, con una vieja que tiene gelatina en vez de piel, con arpías metodistas, con una cinta transportadora llevando pavos deformes, con un chancho engrasado corriendo en un funeral como si se lo llevaran los demonios, con más basura de la que podés ver en tu vida, con un montonazo de borrachos, violadores, golpeadores, gnomos hijos de puta y basketbolistas camorreros.
Y en el medio de todo eso, un tipo con toda la mierda revuelta, esperando, bebiendo en la oscuridad.
Previously:
1- Un manuscrito en una mochila
2- La matanza del ternero cebado y la insurrección de los lúcidos en la región del maíz
3- El monstruo del tractor
.
0 comentarios:
Publicar un comentario