1) Hacer un blog que sirva de recreo es una premisa estúpida.
2) Volver a un viejo blog como quien vuelve a la casa de los abuelos, sabiendo que te van a cocinar el mismo estofado rancio (pero familiar), solamente para aumentar el corcoveado capital simbólico de la nada, es definitivamente una premisa estúpida.
3) Los blogs son seres en extinción ya que el verdadero contenido está en otra parte. Imaginate un caribú desatado, hambriento y en celo avanzando sobre el jardín de geranios de cualquier casa de clase media. Y todos sacándole fotos y subiéndolas a sus respectivos muros. Me gusta por acá, más uno por allá, retuit en algún costado de una nube que se pudre y se ausenta cada vez que pulsás efecinco. Ok, está bien, lo admito, ése fue un pensamiento estúpido que no me llevó a ningún lado.
4) ¿Para qué volver? Bueno, ya hemos tenido charlas con Tadeo acerca de eso, allá lejos y hace tiempo (¿Adónde se habrá metido ese muchacho? Ya no escribe, ni llama, ni manda sus palomas amaestradas para cagarme la alfombra... hmmm). No hace falta que agregue mucho más de lo que ya se mencionó, sin embargo uno siempre vuelve porque uno nunca se fue. Perdonen el cliché estúpido.
5) Claro, al parecer todo ha cambiado. Los pisos tienen otro color, parecen más limpios. Los gatos siguen gordos pero han sabido rebelarse. Paredes nuevas reverberan desde el rabillo, sometiendo a la pantalla (cambiada, por cierto) a que se mueva una vez más en una danza pixelada de caos y descontento. Ese cambio, cual pendeja canchera queriendo decirle a sus padres que son unos mediocres cuando en realidad no está entendiendo ni la mitad de las cosas, se revela mustio en una nueva plantilla, en un simulacro de nueva lectura que en verdad de nuevo no tiene nada. Lo nuevo, amigos, es estúpido.
6) Escribir un blog en estos tiempos de paranoia cretina y de máscaras de gas virtuales tratando de separar lo que es la nube de lo que es veneno, es meterse en problemas contra el tiempo. Yeah, el tiempo, una vez más. Volviéndose pulpa, carne y hueso para aparecer por la puerta de tu casa, pedirte un cigarrillo y decirte que todo se va a perder irremediablemente. ¿Recuerdan esa película llena de animalitos de plástico y goma espuma, en donde un nene montaba una especie de dragón blanco y bonachón para salvar a su tierra de La Nada? La Historia Sin Fin se llamaba. Hoy por hoy esa película es una metáfora, pequeña, ridícula y en escala que preanunciaba no el sinfín, sino el fin en sí mismo. ¿El fin de la cultura? Por qué no. ¿El fin del conocimiento? Es probable. Mientras escribo hay un montón de castillitos de naipes cayéndose, por lo que la nada y el tiempo se vuelven hermanos siameses. Es cuestión de esperar, entonces. La espera siempre es estúpida.
7) Escribir un blog, entonces, que putee contra los relojes blandos. Que se someta al capricho de mi propia estupidez. Porque oh, si, soy un ser estúpido.
8) Escribir para meterse en problemas. Ésa es la consigna. El medio ya no es el mensaje. El fuego es el mensaje.
9) Estoy contento de haber vuelto. Vamos a ver cuánto duramos.
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