El regreso
Anoche mientras tomaba una cerveza con mi amigo Tadeo surgió el tema de El Regreso, así con mayúsculas y con toda la pompa ominosa, como si fuera tan peluda la cosa que no se pudiera agarrar con una sola mano. Claro, el motivo era nuestra supuesta vuelta a la vida bloggera, al hecho de estar viendo o leyendo cualquier cosa y tenerla en cuenta para comentarla en un post a la vieja usanza, sin botoncitos de Me gusta en el medio. Pero yo lo conozco a Tadeo y sé de lo que me habla cuando me dice esas cosas, incluso hasta cuando se queda callado.
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Bueno, es que viene al caso. Me reencontré con muchos discos que hacía años que no escuchaba. Mondo Bizarro de los Ramones o King for a day de Faith no more por decir solamente dos casos. Siempre bajando discos de gente nueva, siempre tanta música perdida en el horizonte por descubrir que a veces un buen chapuzón en las viejas fuentes no indica que te vayas a ensuciar. De los Ramones es al pedo que hable: cualquiera que haya adolescido en los 90's va a saber que el Mondo Bizarro es EL disco, ¿quizá de la mano del Nevermind? Quién sabe, para mí si. Es más, es probable que no me equivoque al decir que éste es quizá el disco más "grunge" de los Ramones. Y bueno, para King for a day sólo puedo llegar a decir que The Gentle art of making enemies se volvió mi oración antes de irme a dormir para pedirle al Dios Superpancho que no lluevan tantas papitas sobre mi cabeza.
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"Es que nadie regresa nunca.", me dice Tadeo. "Nuestra mente es un influjo estático de permanencia. Somos simplemente átomos desplazandonos de manera quieta. El que se mueve es el mundo. El regreso es un concepto que no existe". Caramba, ese muchacho debería dejar de comer pintura, pero no puedo dejar de darle un poco de razón si lo pienso por dos segundos.
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Y justamente la sincronicidad junguiana se desplaza en los cómics, cuando efectivamente leo que Batman ha vuelto a ser Bruce Wayne, que Bruce Wayne ha vuelto de estar perdido en el tiempo y que tiene ganas de volver a ser Batman para despuntar el vicio. Robin no volvió a ser Robin, el Robin que está ahora le rompe los huevos a otro Batman con ganas de seguir siendo Batman, pero que definitivamente no es el Batman que todos queremos sino que en realidad es Robin disfrazado. Ah, y Bruce Wayne vuelve para hacer una Pyme. Lo más loco del asunto es que estoy hablando en serio.
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O sea, está todo estático pero en movimiento. Las cosas cambian ni lo suficiente como para que todo sea irreversible ni tan poco para que no se note. "Vivimos en una de ésas bolas con nieve adentro que tanto les gusta a los yanquis", insiste Tadeo. "Vos la movés y la agitás, pero tarde o temprano los copitos vuelven a su lugar." ¿Entonces nada de esto tiene sentido? Le pregunto. "Quiero más cerveza", responde el muy guampudo.
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Claro, ahí está A History of violence resumiendo un poco las cosas. De hecho, el nombre de la película encubre no una historia de violencia, sino una historia de regreso. Una lectura posible: el asesino vuelve tras sus pasos a tratar de arreglar un poco las cosas para que su futuro no se le vaya a la bosta. Y haciéndolo y todo, lo único que queda es la incertidumbre, salvo por el hecho de que ya todos sabemos que el asesino seguirá siendo asesino. No hay vuelta atrás. O sí, mejor dicho. Está toda la vuelta atrás del mundo. Claro, si el concepto de regreso no existe, la vuelta o no vuelta no tiene ningún sentido.
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Entonces, Tadeo, ya que estás en pija, ¿se vuelve de la muerte, por ejemplo? "Oh si, todo el tiempo. ¿Cuándo va a ser el día en que reconozcamos que todos los muertos están vivos, respirándonos en la nuca?" ¿En forma de fantasmas? "No seas idiota, Pode. Con nuestra mente podemos hacer lo que se nos cante. Excepto bajar el calefón cuando nos estamos bañando".
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Eppur si muove.
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