No hay tiempo para nada. Ni para pensar, ni para no-pensar, ni para comerse un salamín, ni para contemplar la pared, ni para cambiarle la yerba al mate, ni para hacer un post. Regocijáos, amables querubines, el Unabomber Promedio afronta el horizonte plagado de zombies sólo con un destornillador y una sonrisa. Y cantando algún viejo éxito de La Sonora Colorá mientras la cosa se supermariotea por costados inimaginables. De lo único que se puede dar cuenta fehaciente es que la historia se comprimió hasta implotar. Y los responsables son niños incautos pulsando los botones equivocados. Retumba el bizcocho a la hora indicada y los litros de pulpa se meten por tus orejas parasiteando un sinfín de necesidades impostadas. La nueva frase del milenio es, por ende, "lo comprendo y deseo continuar" antes del click de la amnesia.
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