El pacto de las maquinarias

/ jueves, 2 de junio de 2011 /
Schematic 122, por Seana Reilly


2- El parasitismo ficcional o la estrategia del aceite de motor

Los mecanismos de las relaciones interpersonales requieren, si hacemos una analogía tirada de los pelos (y no tanto), el aceite necesario para no sólo su correcto funcionamiento sino tambien para su duración en el tiempo. Asimismo, forman parte de la ilusión de movimiento y son esenciales en el feedback caprichoso entre maquinarias y mecanismos.

Es en vano por lo tanto imponer, para empezar, un factor determinantemente realista dentro del complejo dispositivo ficcional de las relaciones interpersonales, así como es en vano creer que son reales dichos dispositivos. El "aceite" o los nexos conectores son, entonces, unívocamente ficcionales también. Son sub-ficciones que engloban, dan sustento y refuerzan la ficción ulterior y totalizante: la comunicación humana, el pacto de las maquinarias.

Las sub-ficciones son muchísimas y varían de acuerdo a cada mecanismo pero, desde ya, requieren que cada engranaje participante de la maquinaria interpersonal crea estas sub-ficciones y las dote de un sentido de realidad en el mismo acto de creencia. Así como ocurre con la nociones de eficacia y de tiempo que, como ya vimos, cumplen la función de motorizar y extender la maquinaria en un lapso determinado y que igualmente necesita de los grados de re-percusión en dichos engranajes, las sub-ficciones operan quizá como justificativo a esa motorización y a esa extensión, quizá como consecuencia, pero siempre como común denominador de los engranajes. El pacto de las maquinarias interpersonales se establece en el mismo momento en que se pauta una idea colectiva de realidad que, aunque ficcional, requiere necesariamente un rango de legitimación interna que justifique la existencia per se.

Es entonces que la existencia de la maquinaria y las ficciones y sub-ficciones se necesitan entre sí y llegan a parasitarse para no morir.

Ahora bien, he dicho que las sub-ficciones (o ficciones dentro de ficciones) son muchas y que varían de acuerdo a cada mecanismo interpersonal. ¿Cuáles son tales sub-ficciones? ¿Es el amor una sub-ficción? ¿Es la angustia? ¿El deseo? ¿El ego? Por qué no. Cada uno de estos factores o todos ellos juntos son sub-ficciones que en oportunidades posibilitan un juego de mamushkas ensordecedor. 

Volviendo a simplificar como hicimos anteriormente, donde decíamos que la gente se junta siempre para hacer algo y ese algo tiene que contentar, como mínimo, a la gran mayoría de ese grupo. Ese algo es el interés común, como hemos visto en el ejemplo de los cocineros del capítulo 1. Habrá que añadir, por lo tanto, los intereses particulares de cada persona, de cada engranaje, así como también los sentimientos que los caracterizan. Los intereses y los sentimientos son estas sub-ficciones, pero hay mucho más en juego en cuanto esos intereses y sentimientos entran en colisión o en concenso con los intereses y sentimientos de cada engranaje o, dicho de otra forma, cuando las sub-ficciones se encuentran e interrelacionan entre sí. Si bien el concepto de sub-ficción necesita del concepto del pacto y visceversa, cada engranaje dispondrá de un juego de fuerzas para supeditar una u otra sub-ficción que nuclee el común denominador ulterior o el  interés común con el que ha sido construida la maquinaria interpersonal. Y ese juego de fuerzas es imposible pensarlo sin relaciones de poder, naturalmente.

Una banda de rock comienza a ensayar con el propósito de explorar un cierto tipo de vertiente musical como podría ser, por ejemplo, el pop. Cada integrante hace foco en el conjunto y en el corpus de las canciones para que remitan a esa estética sonora en particular. El bajista hace su parte olvidándose quizá de todo lo aprendido en el conservatorio para pulsar las notas de acuerdo a la estructura de las canciones, a veces simplistas, a veces con trucos o guiños propios; el baterista por su parte ha escuchado otras bandas de similares características y toca su instrumento de acuerdo al género en cuestión. El cantante añade a su lírica los fraseos y falsetes que puedan llegar a ser identificables por aquellos que escuchan música pop. Y así. Todos apuestan, en suma, a que su banda suene lo mejor posible dentro de un cierto cánon estético. El interés común reside en esa particularidad y entonces la banda ensaya, ensaya, ensaya y eventualmente comienzan a tocar para otra gente.

El guitarrista de la banda, quien en primera instancia ha consensuado como el resto a tocar esa estructura en particular, comienza a sentir que en los recitales la gente lo mira de otra manera, con otros ojos. Presupone que lo miran más a él que a, supongamos, el baterista. Incluso en determinadas canciones el guitarrista reconoce que sólo lo miran a él y punto. Este detalle ocurre no sólo en un recital, sino en tres, cuatro, diez recitales distintos. O por lo menos así lo contempla nuestro amigo guitarrista, quien comienza a pensar que la banda existe únicamente para que sea el soporte necesario para el lucimiento de su virtuosismo. Y ya que él es el virtuoso y a quien todos miran, su interés personal cambia de modo tal que comienza a tocar de otra forma en los ensayos. Comienza, a la larga, a pugnar para que la banda suene de otra manera, para que el resto del grupo vaya en consonancia con su instrumento y sus intereses.

Dentro de este ejemplo, pueden establecerse dos obvias opciones: a) la interpelación del grupo hacia el integrante, o b) el acatamiento del resto del grupo. 

La opción a) nos lleva a la simple conclusión de que o bien echan al guitarrista o bien le hacen aclarar que todo eso que estuvo pensando fue un error de percepción. En consecuencia, todos los miembros de la banda sabrán que el guitarrista tiene sentimientos e intereses un tanto disímiles al resto, pero no alcanzan a afectar la maquinaria común, al menos a corto plazo. Se desprende entonces una nueva sub-ficción porque el resto de integrantes de la banda ya cuentan con ese factor que antes no existía y que ahora formará parte de los resultados finales. Por supuesto, si deciden echarlo, un nuevo guitarrista vendrá y por más que toque exactamente igual que el anterior, es un nuevo engranaje que dispondrá sutiles diferencias no visibles a simple vista, pero posibilitadoras de cambios en profundidad.

La opción b), en cambio, sugiere que el bajista, por ejemplo, quien ya sabíamos que ha reducido sus expectativas y sus dones artísticos en pos del común denominador del grupo, está de acuerdo con las variaciones estilísticas propuestas por el guitarrista ya que le posibilita expandir sus fronteras; no le importa si el público mira más a quien sea, él tiene una inquietud que antes no lo satisfacía y que bajo esta nueva configuración sí. El baterista, por su parte, siente que fue él desde el principio a quien más miraban en los recitales y que por ende es él quien debería impulsar un cambio estético, pero como sigue en consonancia con el grupo, acata el interés del guitarrista y se suma procurando que el grupo no se separe. El cantante de la banda, viendo que los intereses de la mayoría han cambiado, quizá piensa que podría ser un poco más flexible y es entonces que comienza a cantar otras cosas y de otra forma. El futuro de la banda, en conclusión, cambia.

Sea como sea, de este ejemplo simplón podemos rescatar algunas características. La primera nos dice que las sub-ficciones siempre permanecen latentes, por más que el interés común sea lo suficientemente fuerte como para que no se noten. Ya que cada engranaje en particular conlleva intereses y sentimientos entonces la maquinaria, en tanto dispositivo a lo largo del tiempo, siempre estará propensa a una noción de cambio, para bien o para mal.

La segunda característica implica que si la sub-ficción es lo suficientemente fuerte como para incidir en el resto de sub-ficciones, el interés común va a verse afectado. Como vimos en la opción b), en donde el cantante de pronto fue el único portador del interés común, se presenta en sentido contrario la legitimación del interés común y su probable eficacia en el tiempo.

La tercera característica, quizá la más importante ya que nos sirve como propósito de este capítulo, es que el interés y el sentimiento del guitarrista se ha fundado en base a una ficción. Desde el principio él fue quien ha notado que ha sido observado más que el resto, pero fue una percepción igual que cualquier otra. Fue su percepción de realidad la que ha motorizado su funcionamiento dentro de la maquinaria y su posterior interpelación, pero su realidad nunca coincidió con la "realidad" del resto del grupo.

Como extensión a las tres características, nos queda una caracteristica final la cual, por supuesto, es: sea el punto a) o el punto b), la maquinaria deja de ser la misma. Para siempre.


Tadeo El Apócrifo (Estocolmo, 1969)


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