El pacto de las maquinarias

/ viernes, 10 de diciembre de 2010 /
Schematic 113, por Seana Reilly


1- Los trenes puntuales boicotean el sistema ferroviario

Dentro del mecanismo de las relaciones interpersonales, el factor que eventualmente influye sobre los engranajes es el tiempo. El feedback del tiempo y sus posibles reverberaciones en las cabezas participantes posibilita, siempre, una construcción de ficción, probablemente un lugar común.

Todos estamos constituídos en base a ficciones. Todos nacemos en fábricas abandonadas. El mayor o menor grado de repercusión de las ficciones en nuestros mecanismos intra-personales (re-percusión, como una bala con punta hueca entrando en la sien y rebotando aleatoriamente dentro del cráneo) incide directamente en nuestros mecanismos inter-personales dándonos una noción, en una primera instancia, de movimiento. Y ya todos sabemos que donde hay movimiento dentro de una correlación de mecanismos intra-personales, tarde o temprano habrá poder.

Dicho de otro modo, el movimiento también es una ficción e incluso también es un lugar común dentro de un mecanismo de relaciones. El movimiento, insisto, es la resultante del feedback temporal en las relaciones interpersonales. Es una cinta con 24 fotos corriendo sobre un mismo espacio y a una fracción de tiempo y que, a los ojos del desprevenido, nos da una idea de algo que se mueve, cuando en realidad esos ojos siempre aceptan la ilusión por sobre lo factual. Pero para empezar, bien podríamos pensar: ¿Es el movimiento un objeto en el espacio trasladándose en un tiempo determinado? No tanto. Debe existir una energía primaria que mueva ese objeto. Una fuerza aplicada. Y si nos atenemos a la ley de la termodinámica, allá donde haya energía habrá un residuo o energía desperdiciada. Pero me estoy adelantando.

Estoy pensando en la relación tiempo-ficción-movimiento dentro de los modos de producción de un determinado grupo humano. Dentro de la correlación de mecanismos intra-personales fluctuando hacia un mecanismo mayor (o común), es posible que se establezca también la idea de precisión (prefiero usar el término inglés de accuracy, donde tambien es sinónimo de eficiencia y hasta de fidelidad), en tanto concenso de partes. El denominador común (¿la ficción definitiva?) es poner la bala donde se pone el ojo. Es el gran chiste de la maquinaria interpersonal: que invoque siempre la ilusión de movimiento y que, por sobre todo, no falle, que sea eficiente en esa invocación. Vamos, que no joda los intereses.

Siendo rotundamente simplistas, la gente se junta siempre a hacer algo. Y ese algo tiene que contentar, como mínimo, a la gran mayoría de ese grupo. Más teniendo en cuenta que ese grupo siempre va a exteriorizar los resultados hacia otros grupos u otros mecanismos.

Es crucial que el tiempo tarde o temprano vuelva a entrar, ya que la eficiencia es siempre en relación al tiempo, según lo que estuvimos viendo. Veamos lo siguiente: un grupo de cocineros llenos de premios deciden abrir un restaurant para partir al medio la industria gastronómica con sus sublimes elixires y alimentos. Pero, por mejor que sea el menú: ¿Estamos dispuestos a esperar 4 horas hasta que nos traigan el plato a la mesa? Suponiendo que el tiempo sea la burbuja de aire que da vida a todos los mecanismos por igual, mejor supongamos: dentro de ese grupo de cocineros hay uno que se toma 4 horas en preparar uno de los platos del menú. La matemática simple nos dice que en 8 horas ese cocinero va a alcanzar a preparar sólo dos platos, arruinando potencialmente la idea de eficiencia del restaurant. Especialmente si existe otro cocinero dentro del grupo que prepara un plato en cada hora. Y aunque ese plato no sea tan sublime como el del primer cocinero, al menos deja contento a aquellos que quieren aprovechar el fruto de esa pequeña maquinaria interpersonal.

La ilusión de movimiento en relación a la eficiencia, en este ejemplo, afecta sobremanera a la maquinaria. El cocinero de 4 horas a simple vista es lento, se mueve poco. No produce tanto. El cocinero que a cada hora tiene un plato listo es totalmente eficiente, por ende es confiable. Productivo.

Ahora bien. El choque de ilusiones, más temprano que tarde, hará que el cocinero de cuatro horas por plato entre en conflicto dentro de la maquinaria. Pero al mismo tiempo y de manera exponencial, el cocinero que cocina 8 platos por día es probable que no le preste demasiada atención a lo que hace, poniendo en riesgo la maquinaria a largo plazo. El restaurante es eficiente, pero los productos no tanto. Más ilusiones metiéndose en el camino, por supuesto. Nadie dice que los platos de ese restaurant sean de calidad dudosa, pero definitivamente las expectativas van a bajar.

¿Es malo el cocinero de un plato cada 4 horas? Por supuesto que no. ¿Es malo el cocinero de un plato cada 1 hora? Tampoco, naturalmente. Sin profundizar en términos tan reduccionistas como bueno/malo, sólo diremos que el segundo cocinero tiene el tiempo de su lado, dictando una doble ficción: es "bueno" porque es puntual (eficiente) y tiene un manejo del tiempo que el primer cocinero no tiene. De ese manejo se establece un lugar común y una nueva ficción, la primera. La segunda ficción determina que los resultados de su relación con el tiempo (los movimientos) son los únicos posibles ya que, al ser eficientes, determinan los intereses comunes de la maquinaria. Por supuesto, al estar en connivencia con los intereses de la maquinaria impone una relación con el tiempo y establece parámetros que definen no sólo la maquinaria interpersonal sino los mismos modos de producción en sí mismos.

Y la maquinaria ya deja de ser la misma. Para siempre.

Tadeo El Apócrifo (Estocolmo, 1969)
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