Pues bien, amigos y amigas, se ha muerto una de las vacas sagradas de la historieta argentina. Empecé a escribir hace un rato una serie de sensaciones que se desprendieron de la noticia de la muerte de Carlos Trillo y lo terminé borrando. Esos parrafitos me parecieron cursis, afectados, solemnes, condescendientes y pedorros. Empiezo de vuelta, entonces.
Nunca leí lo suficiente de Trillo. Algunas cosas me parecieron muy bonitas y otras definitivamente olvidables. Me acuerdo que Cybersix me gustaba cuando era chico pero Clara de Noche es una estafa. El Loco Chavez ha envejecido bastante, a pesar de que algunos aspectos aún se la bancan. Las Puertitas del Señor López están bien, yo que sé. Borderline arranca bien y decae muy, muy feo. No leí sus últimas cosas excepto Sarna. No lo conocí en vivo y en directo ni tampoco fue mi amigo. No sé por qué debería escribir nada acerca de él, no sé quién me estoy creyendo. ¿Otra vez apuntando soretes contra el ventilador, Podestá? ¿Es que acaso no has tenido suficiente, chaval?
Nah, todo lo contrario. Me pasa que quiero defender a Trillo y no me sale. Se ha vuelto por derecho propio uno de los íconos de la historieta argentina y me saco el sombrero por eso. Es una mierda que se muera gente, especialmente historietistas. Es una mierda mientras Nik siga vivo y chupando vino cheto en las publicidades de los cines.
Pensamiento aleatorio 1:
No hay guionistas buenos últimamente. No hay gente que expanda el lenguaje. Supongo que lo que tenía de bueno Trillo era que inventaba palabras dentro del extenso idioma que es la historieta. O sea, se entiende: en ese idioma donde muchos utilizan un puñado de palabras, Trillo se preocupaba por extender el diccionario. Sin ponerse a pensar un Watchmen, tampoco la pavada che. Sencillamente contaba. A tontas y a locas, a veces, pero contaba y bien en casi todas sus cosas.
Es decir que su muerte anuncia algo de lo que venía suponiendo y que hasta este momento culpaba a mi paranoia por sacar tan pedorra suposición: no hay guionistas. No hay gente que cuente. Sí, hay oficinistas y maníaticos de la máquina de escribir. Por supuesto, de eso hay en todos lados. Pero están faltando personas que se monten la mochila de la historieta y suban una montaña en patas y sin sogas. O dicho de otra manera, faltan personas que se apropien del lenguaje y lo conviertan en su único estandarte. ¿Trillo era escritor? ¿Ha publicado alguna novela, una antología de cuentos o una selección de poemas? Consulto Wikipedia (perdón si la fuente no es fiable) y no encuentro nada de eso. Si acaso lo tengo que defender es porque se murió un historietista en el sentido genuino de la palabra. Sin desmerecer a aquellas personas que quieran la interdisciplinariedad, por supuesto. Está bueno ser políglota y surfear entre diferentes bodoques de lenguaje.
Pero a la historieta la agarrás en serio o no la agarrás. Y de vuelta, son muy poquitos aquellos que asumen el reto. A medio camino entre el laburo de hormiga obrera y rey del hormiguero, es innegable que Trillo asumió el reto.
Pensamiento aleatorio 2:
Hoy agarré mi tomito recopilatorio de Cybersix y me di cuenta que está hecho por dos personas muertas. Por supuesto, no es nada nuevo y no hay por qué buscarle una simbología extraña a eso, como si fuera un libro mágico. Aunque sí, de alguna forma ése es un libro mágico. Cualquier libro con historietas adentro es, para mí, un libro mágico. Haciendo silogismos trasnochados, la historieta es magia (y acá podríamos establecer un nexo entre la magia pelotuda de Harry Potter y el concepto de magia de Moore, totalmente ligado al lenguaje... y nos vamos al anterior pensamiento aleatorio y asi todo tiene que ver con todo). La historieta es alquimia. Entonces ver que las personas que han hecho esos libros de pronto desaparecen te hace preguntar varias cosas. Más si tuviste un domingo de bajón y películas berretas. Te hace preguntar, en primer lugar, qué va a ser de vos como productor de cosas cuando desaparezcas. Qué les va a ocurrir a tus historias, adónde van a ir las tramas, subtramas, nodos argumentales y síntesis diegéticas. O lo que equivale a decir: que fue de todo eso. Para qué sirvió. ¿Dónde está la magia? El último que apague la luz.
Pensamiento aleatorio 3:
Entonces viene gente y me pregunta por qué hago lo que hago. Y yo que sé por qué hago lo que hago. Cada día lo entiendo menos. Esa misma gente puede preguntarme, como yo tranquilamente puedo preguntarme un domingo a la noche, si hacer historietas realmente sirve para algo. Y puedo responder que hacer historietas no sirve para nada. No va a cambiar el mundo o no va a curar una persona o no va a salvar a ningún perro. Pero vaya detalle, yo (y unos cuantos más, estoy seguro) decidí volverme historietista luego de leer un par de historietas: el Swamp Thing de Moore, el Arkham Asylum de Morrison y el Cybersix de Carlos Trillo.
Pero insisto. No sé por qué hago lo que hago. Por supuesto que tampoco sé si vale la pena realmente hacerlo o saber con certeza quirúrjica por qué lo estoy haciendo. Mi única seguridad es que voy a sentarme una vez más en el tablero o en frente del bloc de notas y no voy a tener la más puta idea de por qué lo voy a hacer. Voy a quemarme las pestañas una y otra vez, voy a estresarme hasta se me cierre el culo o hasta que mi cara vuelva a ser una pizza o hasta ver fantasmas y sé que no voy a tener una sola pista de la validez de todo eso. Voy a editar libros, voy a pelearme con gente y amigos, me voy a volver viejo y de todas maneras voy a seguir sentándome en el tablero y es probable que sea asquerosamente rico o me muera en el medio de mi propia bosta (que, pensándolo bien, no tiene nada que ver con ser rico o pobre, el que avisa no es traidor), hasta que finalmente voy a desaparecer yo también así como todos desaparecemos de un momento a otro. Nadie está a salvo de La Dientuda.
Pensamiento aleatorio 4:
No importa. Vuelvo a Cybersix y le hecho un vistazo muy por encima. Las dos personas que crearon ese comic (excepto los fantasmas que dibujaron sus fondos y que hasta donde sé aún siguen vivas, todo sea dicho) murieron descompuestos. Más allá de que el dato encierra el morbo gilipollas y lo meramente anecdótico, sin dudas también encierra el bushido propio de cualquier productor de cosas: el despojo de lo físico. Gente que en pos de producir se olvida de sus envases y hasta los maltrata, sin querer o queriendo. Pero el dato también encierra la precariedad. El hecho de que moriremos enfermos y descompuestos, alejados no sólo de los gimnasios y los cuidados alimenticios sino también de una noción de seguridad. Nuestra profesión no es segura para nuestros cuerpecitos. ¿Me estoy yendo por las ramas? Creo que sí, pero piénselo medio segundo, joven granuliento que ha jurado delante de las tumbas de sus padres convertirse en historietista: le va a doler mucho el culo de tanto estar sentado y va a morir en un estado penoso.
Todos moriremos algún día y asústense si eso deja de ocurrir.
Pensamiento aleatorio 5:
Puedo ponerme pesado y nihilista despotricando contra los balbuceos lambiscones de muchos colegas míos que se lamentan o no pueden creer la muerte de Trillo. Sí, fue repentino y fue definitivamente un bajón, estoy de acuerdo. Pero tampoco hay necesidad de ponerse tan emo. A la larga, a uno de los mejores guionistas que ha dado la historieta argentina hay que decirle simplemente gracias y aquellos que pelotudeamos en esto deberíamos sentarnos a laburar con más fuerza y cojones, sabiendo que el lugar está vacante y es un lugar grande, muy grande y en el que entran varios. Nos paramos sobre los hombros de los gigantes, muchachos. Hagamos el esfuerzo y contemos las mejores historias que podamos.
Pensamiento aleatorio 6:
En Pussey, de Daniel Clowes, hay una viñeta estremecedora. Luego de una vida de dibujante con terribles devaneos existenciales y habiendo recorrido un largo camino que incluye editores explotadores, búsquedas metafísicas, comics mal dibujados, sueldos insuficientes y muy poco sexo, Dan Pussey finalmente muere en el futuro, en una especie de geriátrico futurista. Al otro día, en los anuncios necrológicos (televisados, ya que estamos hablando del futuro), leemos: "Pussey, Daniel Peter - Fallo respiratorio. Trabajó en la industria de la imprenta y telecomunicaciones. Sin descendencia."
Eso es lo que nos espera.
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1 comentarios:
snif...!
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