la paciencia, la espera, la pared

/ miércoles, 4 de mayo de 2011 /



0. INTROITO

El conjunto de poemas que van a empezar a leer a partir de la semana que viene (uno por semana, todos los miércoles, hasta completar veinte), fueron los últimos que escribí en un formato, digamos, convencional. Hoy por hoy ya no escribo tanta poesía como antes y si la escribo no me atengo a ninguna regla. Actualmente lo que reflotan son simples desvaríos en prosa, no le pidamos al Papa que juegue al truco.

Éstos son poemas que fueron hechos entre febrero y diciembre de 2009 y cuentan sólo una partecita muy pequeña de una situación existencial en particular que se resume en las tres palabras que conforman la carpeta donde las fui guardando y que terminaron siendo el título para un libro. Hay un puñado de poemas que han sido publicadas en algunos lugares, otros fueron subidos a un viejo blog que tenía y uno o dos sirvieron de base para que se conviertan en letras para Dedocorvo (como ya deben estar cansados de saber, es mi proyecto musicaloide y terriblemente insensato).

Pero en fin, en ese entonces aún suponía y hasta creía que dividir los sintagmas en líneas o en versos servía para algo. Hoy ese intento de estructura me importa lo mismo que me importa el estado de los jabalíes en la estepa siberiana. No sé a qué viene todo eso, en realidad. Me enrollo como persiana, como dijo Vonnegut. 

A lo que voy es que la poesía nunca me interesó demasiado, más allá de utilizarla como medio eficaz de exorcizar estupideces.

Huelga decir en defensa de la nada que ya no siento las cosas que emanan de estas palabrejas de la misma forma, así como aquellas personas sin rostro a las que probablemente estén dirigidas hoy por hoy continúan así, sin rostro. Buscando un fibrón para pintarse un emoticón en la jeta. Lo que sea, supongo que si conservo estos poemas y, más aún, si tengo ganas de compartirlos no es por su calidad ni por los niveles que puedan llegar a establecerse dependiendo de quién los lea. Si aún los tengo y los comparto es porque en los espacios en blanco entre línea y línea me doy cuenta de todo lo que atravesé en ese tiempo y en la nostalgia que me produce. Nostalgia, me doy cuenta, transmutada en respeto. Respeto a esos días un poco extraños en donde nadie entendió nada, especialmente yo. Respeto a mi propio pellejo cagado de hambre figurada y literalmente que no paró (que no para) de buscar un poco de paz, de pretender que el ruido blanco se detenga por un par de horas.

Que duerman bien.
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