terrorismo pornomolusco!

/ viernes, 9 de marzo de 2012 /

¡Así es, compañeros! ¡Si volvió Unabomber a despellejar retinas, entonces vuelven los viernes de absurdo y tronchante cefalopodoerotismo ideológico! ¡No queda otra! ¡Estamos perdidos y la queterrrepánconqueso!  Pero pará, pará, ¿Estamos tan pero tan perdidos?

Mientras chupeteo un mate que mutila con sutileza mi garganta pienso para mis adentros: Dyanna Lauren le hizo muy mal al porno. Era un agente de la KGB dispuesta a boicotear la belleza de los pezones pendulantes televisados, en plena guerra fría, en pos de la gran mentira de la civilización: el enchufe de tres patitas. Ella junto a otras impusieron un códice de la pornografía que reconfiguró el sincretismo estético de una era y nos dejó zombificados a todos con un único discurso: el bleaching y la depilación total. Pero afortunada y eventualmente esa muchachita llamada Sasha Grey vino a salvar las papas y a decir fuck the system bích, como cada genio que aparece una vez en cien años dispuesto a tambalear lo establecido. 

Pero cuánta obnubilación y tristeza. Shashita se ha retirado del porno. Y ahora que se fue mi vieja amiga a hacerse la actriz hypster por los rincones del cable caro, ¿habrá salvación? ¿Qué será de aquellos quienes optaron por la radicalización pasándose a la clandestinidad armada sosteniendo como estandarte un doble anal de cinco minutos? ¿Habrá exoneración para las almas que creen servilmente en que una actriz porno, realmente, siempre traga lo que libera su macho semental? En este mundo de hiper-realidad, amigos, una mina que simplemente le gustaba que la enguascaran mientras leía Sartre era un soplo de aire subversivo ante tanta corrección política triple equis. Piénselo durante medio segundo, camarada: las tetas son cada vez menos reales, los orgasmos jamás fueron genuinos, nadie traga nada y la musiquita de fondo está mejorando en su composición. El autodestierro de Sasha es un triste signo de los tiempos, y así como la aparición de una vieja obra renacentista augura potenciales debates contra un inodoro (o un mingitorio, así quedamos más chic y eruditos), asimismo este hecho anuncia la franca y definitiva decadencia del porno. Pa siempre de los siempres. 

Pero... ¿Es esto tan así? ¿D'enserio que estamos total y completamente fregados? ¡Pues no, amigos! ¡Claro que no! Porque podemos rebuznar de alivio al pensar que... ¡el pulpo es la salvación! ¡Gracias japoneses, gracias por todo! Sus perversiones asentadas tras miles de años de machismo ilustrado finalmente sirvieron para que la mujer de hoy, casta, culta y aguerrida, se sienta acompañada por toneladas de imágenes (estáticas o en movimiento, todo sea dicho) donde nuestro animal totémico se realiza monumental y estoico ante la problemática sexual de los tiempos en donde ya no basta con poner el celular en vibrador y clavárselo en el opertuso para hacerse el cara de escroto ante la multitud insomne y enfrascada en el formol de los cines en tresdé. Y por ende allí donde antes había una muchacha que desafiaba las leyes de la termodinámica pornográfica como Sasha Grey representando un claro referente de subversión y aliento para las mujeres y varones que tienen ganas de prender fuego todo porque sí, ahora en cambio existe una mártir que sucumbió ante el billete sinoidal de la maquinaria cultural picacerebros de la concha de tu tía. Es una mártir que aprendió de su predecesora, La Santa Virgen Traci Lords de los desatanudos, a combatir la mediocridad en el seno mismo de la pacatería y la insulsez: las películas de vampiros. Pero también es una mártir la cual, como Juan Bautista, sabe que su dios, tarde o temprano, se va a imponer como único heredero del caos contracultural que arruina con sus propias defecaciones las puertas de Jólibud y las calles de los barrios donde viven las estrellas porno fanáticas de los Teletubis. Y ese dios mugriento viene desde Japón, donde serán machistas pelotudos pero en esto la tienen clara. Si se garchan hasta los agujeros de los hormigueros, su endoculturización en los deberes pornográficos era cuestión de tiempo. 

Así que quédese tranquilo, muchacho, Sasha se ha ido pero reside en las almas de los bichejos de ocho patas. ¡Larga vida al pulpo!

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